martes, 14 de octubre de 2008
El amor de los árboles
"Que vuestro amor no sea como el del muérdago hacia el roble, que hunde las raíces en su tronco para chupar su savia y su fuerza।Que no sea como de la aliaga con el retoño del pino, que crece y lo envuelve hasta asfixiarlo entre sus espinas.Buscad, más bien, que vuestro amor sea como el de los árboles. Cada uno abrazando la tierra con sus propias raíces, elevándose al sol de la mañana con los brazos extendidos al cielo, dando gracias por cada nuevo amanecer.Y llevad cuidado en asentar vuestras raíces a suficiente distancia, no sea que la fuerza de las ramas de uno haga huir a las ramas del otro torciendo su tronco e impidiéndole buscar las nubes.Velad, pues, por mantener en cada momento la distancia justa, para que la tierra humedezca sobradamente vuestras raíces y el viento pueda limpiar de hojas secas vuestras ramas. Para que podáis hacer una copa amplia y robusta que dé sombra al caminante y nido a los pájaros. Y así, cuando crezcáis y hayáis esparcido vuestras semillas al viento, las puntas de vuestras ramas se tocarán en las alturas para qeu bailéis con regocijo al son de la Danza de la Vida".
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